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Orihuela: pasión y tradición  “internacional”

 

 

                   Manuel Antonio Bernabé Belmonte

 

La Semana Santa de Orihuela fue declarada de interés turístico internacional en el mes de septiembre del pasado 2010. Muchos aspectos singularizan a la tradición pasionaria orcelitana. El reparto de caramelos, en la mayoría de sus procesiones, siendo varias las toneladas que se cuantifican al final de la semana. El Canto de la Pasión que se entona la semana previa y que llena las madrugadas como pregón de lo que sucedió hace 2000 años. La Centuria Romana (populares “armaos”), fundada en 1891 y con precedentes en el siglo XVII, es una de las agrupaciones de romanos más antigua de España y caracterizada por su indumentaria barroca con ricos bordados en hilos de oro y plata. La calidad de la escultura procesional que queda enmarcada desde el siglo XVII hasta el siglo XX. Nicolás de Bussy, Salzillo, Coullaut-Valera, Sánchez Lozano, Enrique Galarza, Quintín de Torre, José Dies López, José Vázquez Juncal, Roque López, Antonio Greses, García Mengual,  Víctor de los Ríos, Manuel Ribera Girona, José Puchol Rubio, son grandes escultores de los que tenemos pruebas de fe y arte. Sus ideas, sus sentimientos y su genialidad han dado grandes esculturas para una de las tradiciones más importantes de la ciudad de Orihuela y la Semana Santa más importante de la Comunidad Valenciana. El despliegue de medios materiales y teológicos que se produce el Viernes Santo con la “Procesión General de la Pasión” y la participación de 25 pasos procesionales y miles de nazarenos, que van llenando las calles de color y dulzor primaveral. Prueba de ello es un censo  de cerca de 14.000 cofrades. Y como no podía ser de otra manera la singularísima e inalterable procesión del Santo Entierro[1]. 

 

Tras días de intensa actividad cuaresmal con preparativos internos, cultos oficiales, encuentros cofrades y religiosidad y sentimientos a flor de piel, los oriolanos llegan  al Domingo de Ramos anunciando durante toda la madrugada que están en Semana Santa. Lo reafirman con su presencia masiva en las calles, con los últimos traslados de imágenes, con el canto de la pasión hasta las primeras horas del alba y con el sonido melodioso, preciosista y entrañable  de las bocinas “gemelas”: dos bocinas de metal que anuncian y convocan a las  procesiones y que también van anunciando por calles y plazas la llegada de la semana más esperada del año.

 

 Si cierto es que Orihuela, en el panorama cofrade, es muy conocida por sus procesiones y tradiciones tales como: la del Silencio (Jueves Santo) o la “General de la Pasión” (Viernes Santo). Estas fueron emitidas en distintos años por Televisión Española. Y el resto de procesiones pueden ser seguidas por internet mediante la web de la televisión local (www.teleorihuela.com). No menos cierto es que la procesión más propia y con más arraigo entre los oriolanos es la del Santo Entierro el Sábado Santo, a la par que más desconocida entre los foráneos.  En ella vamos a profundizar y dar un poco de luz a los símbolos y emblemas que la componen. Esta procesión tiene su origen en la que se celebraba en la tarde del Viernes Santo, allá a mediados del siglo XVI, desde la Capilla del Loreto y que tuvo su primer germen con las Cofradías del Santísimo Sacramento, Sangre de Cristo, Ntra. Sra. del Loreto y Ntra. Sra. de los Desamparados.

 

El Sábado Santo despierta tranquilo y sosegado en la ciudad. Muchas y distintas han sido las emociones y procesiones de toda la semana. Las calles están vacías, si acaso quedan algunas sillas, caramelos pegados, cera derretida… como testimonio de lo acontecido intensamente días pasados. Ahora todo está guardado, los cofrades recogen, los pasos permanecen en el museo, las cofradías evalúan los hechos, la prensa ofrece las crónicas y los sagrarios, instalados en los monumentos eucarísticos, están con las puertas abiertas y vacíos a la espera de la Pascua.

 

Si la liturgia es de por sí símbolo “…para acercarse y entrar en comunión  con el misterio grande y trascendente de Dios” [2]  el Sábado Santo puede parecernos vacío y sin mucha actividad. Símbolos que hablan mediante el silencio. Silencio de María y los apóstoles junto a la tumba de Jesús. Así lo vive Orihuela junto al sepulcro y cargada de símbolos.

 

La figura que abre la procesión es el Caballero Cubierto. Un personaje que porta la bandera o “pendón” enlutado. Es un nombramiento que realiza el Ayuntamiento de la ciudad y que queda envuelto en halo de leyenda. Dice la tradición, que por bula papal, este caballero es el único de toda la procesión que tiene el privilegio de no descubrir su cabeza al paso por el interior de la Catedral. El resto de participantes si que lo debe cumplir por respeto al espacio sagrado. Es una figura, la del portaestandarte del entierro, que “…ya en 1687 se declara la preeminencia del personaje que lo portaba.”[3]

No se trata de una procesión al “uso” de nazarenos cubiertos con capirotes o antifaces. Es una procesión que se ha venido a denominar “estamental”[4] en el sentido actualizado de la participación de los diferentes grupos sociales, a saber: asociaciones religiosas, grupos festeros, asociaciones de profesionales, militares y el poder municipal que, a diferencia del resto de procesiones y siendo una característica singular oriolana, organiza y sufraga la procesión hasta nuestros días.

 

La bandera, que porta el caballero cubierto, tiene como característica que está confeccionada con el mismo patrón que la bandera de la ciudad. Me refiero a la señera o enseña del Oriol. Emblema de armas de Orihuela[5] y que fue concedido como privilegio por los monarcas aragoneses desde el siglo XIV. Se trata de una bandera en forma de lengüeta o pendón. Es exhibida una vez al año con motivo de las Fiestas de la Reconquista cristiana de la ciudad, entorno al 17 de julio, día de las Santas Justa y Rufina (co-patronas del municipio). El portador de la Gloriosa Enseña del Oriol se denomina síndico y participa en la “procesión cívico-religiosa” del aniversario anual de la reconquista. Paralelamente el otro “tiempo fuerte” de Orihuela es la Semana Santa y aquí también el Ayuntamiento designa esa persona que se va a encargar de encabezar la procesión del Santo Entierro de Cristo con la bandera negra (de similar forma que la bandera real y símbolo del luto de todo el colectivo social urbano). “… tener el privilegio de encabezar el desfile y llevar el pendón tal como hemos apreciado en el complejo protocolo que regía los momentos inmediatos a la procesión y posteriormente tras su finalización.”[6]

 

A continuación, el desarrollo de la procesión se produce de la siguiente forma: a ambos lados de las calles se agrupan en dos filas de alumbrantes con traje oscuro de calle (hasta hace unos años solo varones pues es tradición que estos sean los que  den las condolencias en los funerales y velatorios). Aquí encontramos la primera distinción “social”. Hombres del pueblo llano. Gente sencilla que quiere acompañar a Cristo hasta el sepulcro.  En la zona central de la calle discurre la representación del poder civil, social y eclesiástico. La primera de las insignias  o pasos es la figura del evangelista San Juan. Va solo en unas andas sencillas de madera negra. Porta en su mano izquierda una palma blanca y trenzadaza, la misma que portó el Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de la diócesis el Domingo de Ramos. Es portado, desde 1989, por la Cofradía del  Ecce Homo. Anteriormente lo llevaban miembros de las juventudes marianas e instituciones juveniles y educativas.

Tras ello aparece el paso más emblemático y simbólico de Orihuela: El triunfo de la Cruz o la Cruz de los labradores, conocida popularmente como la Diablesa. Este paso, promovido en 1694 por los labradores, es portado por miembros de la asociación de costaleros del Cristo Yacente del Raiguero de Bonanza (partida rural de Orihuela). Va escoltado por los alcaldes de barrio y pedáneos de los distintos núcleos rurales del municipio. Reminiscencia de la participación de los arrabales (barrios) y los habitantes de la huerta oriolana desde hace siglos en las tradiciones pasionarias. De forma muy destacada esto se puede ver tanto en el Sábado Santo como el Miércoles con la procesión de Ntro. Padre Jesús Nazareno, Patrón de Orihuela y su Huerta.

 

La Diablesa es una “parte” por la que se conoce al “todo”. El grupo escultórico que realizara Nicolás de Bussy en 1694 es un entramado de símbolos, religiosidad, arte y sentimientos. Puro barroco. Pura escenografía. Puro misticismo. Puro dogma.  Podemos dividir la obra en tres partes o tres estados como los estados del alma: gloria, purgatorio, infierno. Por encima de todo se alza la cruz gloriosa y victoriosa. La cruz, símbolo de oprobio y condena en el mundo romano, alcanza con la muerte en ella de Cristo el símbolo de la redención y salvación: “Nosotros hemos de gloriarnos en la Cruz  de nuestro Señor Jesucristo: en el está nuestra salvación, vida y resurrección” (Carta a los Gálatas 6, 14).  La cruz vacía, tan sólo con un sudario previendo la Resurrección, está posada sobre el resto del conjunto escultórico.  La nube plateada que le sirve de apoyo simboliza el cielo al que aspira todo cristiano. Sobre la nube, en distintas posiciones, hay un conjunto de 6 ángeles-niños que portan los instrumentos del suplicio infligido a Cristo. Por debajo de ellos aparece la parte más terrenal y humana. A lo que estamos llamados los hombres: el pecado original (desde el nacimiento y del que quedamos salvos tras el bautismo) y la muerte carnal (tránsito inexorable para toda criatura). Pecado y muerte quedan reflejados en las dos figuras más emblemáticas: el esqueleto y la diablesa. Ambas imágenes están sentadas, una frente a la otra, con las piernas hacia el interior de la composición artística. En el hueco de cruce de las extremidades queda ubicado el mundo, la tierra, un globo terráqueo circundado por cadenas. Las cadenas a las que está sometido el ser humano por culpa del demonio. Pero ahí no acaba el simbolismo del genial Bussy. En la representación del demonio, a parte de las formas de mujer (pechos), su cabeza porta los tradicionales cuernos y una especie de corte de pelo “frailuno” (a modo de tonsura monacal). Una lengua burlona y grande. Toda la figura satánica de un rojo infierno distorsionada por el paso del tiempo y de las diferentes intervenciones pseudo-restauratorias. Por último destacar que porta una manzana en su mano, recordando el primer pecado de Adán y Eva[7]. La imagen del esqueleto viene a  recordarnos el paso del tiempo. La muerte que acecha a todos los vivientes. Ni sabemos el día ni la hora. A esto último hace referencia el símbolo sobre el que va sentado el esqueleto: un reloj con las manecillas paradas.

 

En definitiva, todo un derroche de catequesis, de esplendor barroco, de ocultismo (pues también se ha querido ver en la vida del autor) y singularidad que Orihuela muestra en su Semana Santa y que este 2011 es la imagen que representa a la ciudad en los carteles anunciadores de la Pasión.

 

Tras la cruz vacía y victoriosa aparece el sepulcro de Cristo. Una urna de madera tallada por Juan Balaguer y dorada por Enrique Luis, ambos artistas locales. Un cuerpo yacente, limpio, sin apenas restos de sangre. Tan sólo las cinco yagas, por las que ha dejado de manar sangre, y la pálida carnación de un cuerpo bien definido y conseguido anatómicamente por el escultor murciano José Séiquer Zanón (1942). Dando escolta, solemne y respetuosa (cómo cambian las cosas 2000 años después) la Centuria Romana de Ntro. Padre Jesús “armaos”. Sus lanzas “bajas” y sus tambores “destemplados” son símbolo de la muerte y del luto. Si, luto, a pesar de los bordados y el oro que prenden de sus trajes.

 

Y como no podía faltar, asociada a la Pasión-Redención irremediablemente y teológicamente, la Virgen María en su soledad. Portada por licenciados, diplomados, universitarios, militares…herederos de aquellos caballeros y ciudadanos de mano mayor. Tras la Madre dolorosa preside el Obispo de la diócesis y la Corporación Municipal.

 

La procesión discurre por el interior de la Catedral de Orihuela (V centenario 1510-2010) exceptuando el paso de la “Diablesa” ya que el protocolo tradicional dice que bordea los muros de la pequeña sede episcopal hasta reincorporarse de nuevo a la procesión.  Todo ello envuelto en un riguroso luto y etiqueta de los participantes, los cantos del “Miserere” y “Stabat Mater”[8] de los Cantores de la Pasión de Orihuela y los sones de la marcha anónima “La Dolorosa” que pone el punto decimonónico a una tarde  de entierro y soledades; de palma trenzada y cruz victoriosa; del oro del sepulcro del Hijo y del luto aterciopelado y pálido de la Madre.

           

            Así termina el Sábado Santo. Tras el oscuro y negro manto de la Soledad dará paso a la luz  del cirio pascual, a las campanas, a los aleluyas y al “Exultet”.[9]

 

 

 

[1] Una de la grandes bazas jugadas en la promoción y desarrollo del proyecto del expediente para ser presentado en el Ministerio de Industria (dirección de turismo) para la obtención de la declaración internacional ha sido la procesión del Entierro y los múltiples símbolos que en ella se recogen y que cuentan con un sustrajo histórico y un halo de leyenda que se entremezclan entre ellos y los propios oriolanos.

[2] FERRÁNDIZ GARCÍA, Aurelio. La teología sacramental desde una perspectiva simbólica. Biblioteca litúrgica- Centre de Pastoral litúrgica, Barcelona, 2004. Pág.21.

[3]  SÁNCHEZ PORTAS, Javier. Glosa al pregón de Semana Santa. Orihuela.1983.

[4] Durante los siglos XVII-XIX la procesión estaba constituida de varios pasos que eran portados por los estamentos sociales de la urbe: gremios de profesionales y caballeros de la oligarquía urbana y militares.  Hoy día esa estratificación social queda reflejada en una participación de asociaciones y grupos religiosos. Son los labradores y huertanos los que mantienen la tradición de portar un paso. Se trata de la Diablesa y se encargan de ella desde 1695, año de la creación por parte de Nicolás de Bussy.

[5]A modo de paralelismo de igual forma cuenta la ciudad de Valencia con una bandera de similares características.

 

[6] CECILIA ESPINOSA, Mariano. Historia de la Semana Santa de Orihuela (I). Editado por la Hermandad de los Pilares de Nuestra Señora de la Soledad, Orihuela, 2009. Pág. 131.

[7] La figura de la diablesa en unión a la figura de Eva, y sobre todo asociada a la muerte, es un tema iconográfico recurrente en el arte barroco en general (…) Nicolás de Bussy. Catálogo de la exposición celebrada en Murcia (Palacio del Almudí) entre los días 7 mayo al 24 de julio de 2003.

[8] Las principales piezas musicales que se interpretan a lo largo de la procesión son propias de la tradición pasionaria oriolana. Tanto la música del Miserere como el Satabat Mater fueron compuestas por Federico Rogel Soriano, músico oriolano del siglo XIX.

[9] O también traducido como “Pregón Pascual” que se recita o se canta al inicio de la Vigilia Pascual el Sábado Santo por la noche-madrugada. Se denomina exultet por que este himno comienza en latín por “Exultet iam angelica turba caelorum...” (Exulten los coros de los ángeles). Viene a traducirse como alégrense, gozen, exulten. Uno de los himnos más antiguos de la liturgia romana-católica que está datado a finales del siglo IV d.

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