La bajada de Nuestro Padre Jesús Nazareno a la Iglesia parroquial de las Santas Justa y Rufina da el aldabonazo de salida a los intensos días cuaresmales que desembocarán en la Semana Santa. Abre, por decirlo de alguna forma, el pórtico de la Semana Mayor.

La primavera, que es mucho más que una estación del año, viene de la mano del Nazareno. Desde su camarín trae los ojos llenos de ternura y amor. Las espeñetas, la cruz de san Cristóbal y la ermita del Santo Sepulcro han sido fieles guardianes de tan venerada “pasión oriolana”.

Una tarde cualquiera, en el recogimiento de la capilla silenciosa y en penumbra el espíritu queda sobrecogido. Unas velas humildes de un lampadario no dejan de vacilar. Unos ojos llenos de lágrimas se alzan hacia lo alto del camarín. Allí se produce un nexo entre el cielo y la tierra. Entre lo humano y lo divino.

La venerada imagen del Patrón  de la ciudad de Orihuela (entre el mito, la historia y la religiosidad popular), es acompañada por cientos de personas. Más aún, por cientos de corazones que desean verle, aplaudirle, gritarle, ovacionarle y rogarle. Es un sentimiento unánime que agrupa a los oriolanos, que aúna y cohesiona a los habitantes de “…este viejo rincón levantino…”. Entre el silencio, los rezos, las plegarias y el “oriolanos con fe decidida…” baja lentamente el “abuelo”…

 Durante algún tiempo ha presidido la iglesia de Santa Ana… Su abuela le ha dejado el sitio por unos meses. Quizá, el devenir de la historia  ha hecho que esté más visible a todos los fieles. Son muchos los que acuden cada mañana temprano a pedirle protección y ayuda. Muchos también los que por la tarde, a última hora, acuden a darle gracias.

Por unos días, concretamente nueve, se ha levantado un “… inmenso altar…” para que los oriolanos podamos tener más cerca (como un vecino entre nuestras casas, plazas y calles) al “Señor de Orihuela”.

Cada pueblo ha creado, en su imaginario colectivo, unas señas de identidad, unos símbolos que mezclan fe y superstición, popularidad y liturgia oficial, corazón y devoción. Nuestro Padre Jesús cumplirá en 2012 cuatrocientos años de presencia en Orihuela. Los franciscanos han difundido durante más de cuatro siglos, entre la huerta y la ciudad, un culto a Jesús en su Pasión camino del Calvario. Orihuela, con pasión y fe rendida ha acogido esta imagen que quedará para siempre en la historia y en su corazón. Nuestro Padre Jesús, por su parte, nunca dejará de mirar desde lo alto de las “Espeñetas” a esta Oleza en una primavera interminable.